Texto de Pilar Cruz, comisaria de «A la mà, la memòria», del ciclo de exposiciones «Un monstruo que dice la verdad«, del Espai 13 de la Fundació Joan Miró.
«En el centro del proyecto de Vanesa Varela (Lugo, 1979) está el telar de cintura, una rudimentaria y milenaria tecnología textil que se desarrolló en muchas culturas del Mediterráneo, Asia, América y África, y que ha sobrevivido y se practica todavía en muchos lugares del mundo.
En este tipo de telar la sencillez de su estructura y la portabilidad son claves. De pequeño tamaño, fácil manejo y bien adaptado a la escasez de medios. Los hilos verticales de la urdimbre se amarran a un punto fijo, normalmente un árbol o cualquier poste, mientras que al otro extremo se amarran con una faja o correa a la cintura de una tejedora, quien con su postura tensa los hilos para poder entrelazar la trama.
Es pues el cuerpo de la tejedora parte constituyente y fundamental del telar. Las medidas del tejido resultante están limitadas por las medidas del cuerpo que lo maneja, sus movimientos son los que producen las variaciones en la textura.
En la instalación que se puede visitar en el Espai 13 se disponen unos cuerpos vestidos con dos prendas asociadas al imaginario del mundo del trabajo en la fábrica y el campo: el clásico mono azul de operario y la bata de flores, símbolo y uniforme femenino en el contexto rural y doméstico tradicional. Los cuerpos están conectados entre ellos y a la tierra mediante las cuerdas del telar y permiten la inserción del espectador, que al acercarse activará algunas historias que nos transportan en una línea de tiempo que viaja hacia atrás y hacia delante conectando tejido y cuerpo. Ese hilo une a Heródoto con las excavaciones arqueológicas de la Grecia de la Edad del Bronce y la Barcelona del conflicto ludita de las selfactinas, pasando por la robustez de la mano de Penélope o el momento en que las ovejas decidieron dejar de mudar su pelo.
Estos relatos remiten a la tradición oral, una forma básica de transmisión de saber marginada por cierta tradición académica, que asume que la memoria no puede archivarse/guardarse ni en la oralidad ni tampoco en la ritualidad o repetición de gestos, ya que son prácticas evanescentes y por tanto no fiables.
Pero como el lenguaje se queda corto, este proyecto trasciende la palabra y remite al cuerpo como elemento central de producción de saber y como transmisor y receptáculo del mismo.
Para el filósofo Gaston Bachelard el cuerpo tiene memoria –el inconsciente está alojado en él- y por tanto el repertorio gestual se traspasa y se hereda.
Sostiene además el antropólogo Michael Jackson que las palabras y los conceptos distinguen y dividen mientras que lo corporal une y favorece un entendimiento empático y universal; e insiste en la importancia de las prácticas corporales como definidoras de nuestra identidad social, incluso por encima de la intelectualizada y privilegiada praxis verbal.
Superando las formas del discurso, del lenguaje y los conceptos que ordenan el saber, en la propuesta de la artista prima y cobra más importancia la materialidad y fisicidad de los cuerpos juntos.
Vanesa Varela se plantea cómo los cuerpos se reconocen y solidarizan entre ellos cuando trabajan en colectivo y se relacionan coreográficamente, y cómo el trabajador se aliena cuando el gesto del trabajo deja de reflejarse en otros cuerpos. Esta cuestión se desarrolla en la performance inaugural con María Roja y asformigas (alter ego de la artista) “Hacerse-a, enredarse-ante, tornarse-bajo”.
La artista trata de desentrañar la memoria textil alojada, y así en la sala pueden verse dibujos que analizan esa genealogía gestual de diferentes técnicas textiles, analizadas durante un taller previo en colaboración con colectivos como el Grup de Mitja Subversiva, el grupo de costura Niu d’aranyes o el Taller de Telar de cintura del Banc Expropiat.
La propuesta reivindica la reconexión con la escala humana, con la naturaleza y con las formas en las que heredamos el conocimiento, así como del tejido como texto y recipiente de memoria e identidad colectiva.
Pero también A la mà, la memoria constituye una reflexión sobre el mundo del trabajo, mostrando tecnologías preindustriales en las que el cuerpo es el protagonista y propietario del medio de producción y no está mecanizado e ingerido por las tecnologías desarrolladas posteriormente. La fábrica textil ha sido un elemento fundamental en el desarrollo de la Segunda Revolución industrial y la organización del trabajo, en una relación de supremacía de la máquina sobre el humano. Y a pesar de haber sido un sector clave en la historia de las luchas por los derechos laborales, hoy, casi dos siglos después, es aún la industria textil una de las menos éticas y sostenibles en el sistema de organización globalizado».