La expresión “brillo de siega” o “lumbre de cereal” se refiere, en arqueología, a un pulimento especial de las herramientas de piedra adquirido por un continuo roce con el cereal durante el corte.
Brillo de siega investiga la capacidad del cuerpo como archivo, a través de actividades que han conformado individual y colectivamente durante miles de años al ser humano, como son la siega y el espigado. Esta expresión utilizada en arqueología se aplica, en primer lugar, al cuerpo, especialmente a la delicada zona de las lumbares, las desgastadas vértebras protegidas durante las tareas de la cosecha con apretadas fajas, pero también al desgaste de la piel, de las ropas que la cubren y de las herramientas que utiliza y funcionan como extensiones del propio cuerpo.
En segundo lugar, esta expresión sirve de metáfora del “roce” de prácticas en el tiempo y espacio. Hay un repliegue temporal que conecta el mismo gesto repetido durante miles de años, pero también una confusión de los límites de los cuerpos individuales en las cuadrillas de segadores que se desplazan juntos en las rutas de la cosecha, y una contaminación de hábitos suscitados por estas rutas. La carne, nutrida célula a célula por el cereal, alimento base, está sujeta así a toda una serie de prácticas culturales cambiantes: los alimentos regenerativos, las plantas mágicas que se llevan entre la ropa o las friegas curativas que restituyen los músculos cansados.
Como en otros proyectos, vuelvo a investigar el concepto de memoria alojada, de un conocimiento tácito que permanece en el cuerpo, latente, en este momento de impasse energético: mayoritariamente, no producimos ninguno de los alimentos que comemos, y sobrecargamos nuestros cuerpos con movimientos extraños que generan nuevas corporalidades rápidamente.
Este proyecto fue finalista de la convocatoria Temporals 2023.